El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante no es sólo el título de una película británica.
Es también el reparto de la trágedia española.
El cocinero lo interpreta la banca alemana, BCE incluído, que ha estado sirviendo los platos que ahora exige cobrar.
El ladrón es el gobierno español. Es el encargado de desviar el patrimonio público al sector privado sosteniendo que la deuda particular de su mujer con el cocinero es deuda de todos.
Su mujer es la banca española, niña de buena familia que se niega a ser desposeída de su centenario feudo a manos del cocinero. Por ello, obliga al ladrón a defender con lo ajeno sus deudas privadas.
El amante es el FMI. Este personaje ni pierde bancos ni los recibe, pero le encanta que el ladrón decida desmantelar lo público para privatizarlo. Sabe que hoy lo privatizado va a manos de la familia de la mujer, pero calcula que mañana aterrizarán sus águilas expertas en seguros médicos, clínicas privadas, y demás paytolive-corporations para hacerse con todo.
Y ¿nosotros? Nosotros, en forma de trabajo y pagos por sobrevivir, somos el banquete.
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